El Atlántico creó Islandia. Nacida de la Dorsal Mesoatlántica, el Océano moldea sus costas, configura su clima y ha condicionado su poblamiento.
Descubierta en el siglo IX por navegantes vikingos, sus primeros pobladores estables fueron marinos noruegos.
La pesca ha sido la base económica de la población islandesa. En 1960 suponía un 90% de la economía, pero desde entonces se ha ido reduciendo su peso -disminución de capturas, diversificación económica- aunque aún supone un 40%.
Las especies más capturadas son arenque, bacalao, salmón, caballa, capelán.
Los viejos secaderos en Húsavik -imagen anterior- testimonian las viejas tradiciones pesqueras.
La escasa población islandesa (330.000 habitantes) se concentra en pequeñas ciudades y pueblos costeros de tradición portuaria.
Enormes huesos de mamíferos marinos son arrastrados a veces por el mar hasta la costa y quedan varados en la playa.
La costa islandesa ofrece todas las variables litorales. A veces se abre en tranquilas ensenadas...
... a veces estrechos y profundos fiordos penetran en la tierra bordeados de montañas...
La costa sur es salvaje. Impresionantes formaciones de basalto en las rompe un océano agitado que forma playas de arenas negras
La capital, Reykjavik, fue el primer asentamiento permanente. Sus 120.000 habitantes suponen un tercio de la población total de Islandia.
La presencia del océano y la tradición marinera se hacen sentir en la ciudad
El Puerto Viejo, primer núcleo urbano de la ciudad, mantiene el encanto de los antiguos barracones en los muelles. Los grandes barcos pesqueros, de carga o militares ahora atracan en el nuevo puerto.
El faro de Gardur señala el extremo de la península de Reykjanes y la entrada a la bahía de Reykjavik...
Del otro lado el elevado relieve de la península de Snaefellsnes que esta vez no pudimos visitar...¡otro buen motivo para regresar a Islandia!.
Pero aún quedan cosas que ver y que contar... será pronto!