En esta tarde con luz que presagia el otoño quiero que escuches conmigo una canción que me gusta mucho… La canta Dulce Pontes, a la que otras mareas ya trajeron por aquí, tiene cadencia de tango y alma de fado y dibuja -con humor y afinados rasgos costumbristas – el ambiente de una taberna de puerto a esas horas en las que el alcohol y sus consecuencias causan “estragos” entre el personal…
Al traducirla he intentado mantener el ritmo de la letra. Bueno, pues... Ya llegó la hora de cerrar...
La máquina de los discosse ahogó, enmudeció.
El viejo ventilador
al fin desistió.
La balda del mostrador
bebió demasiado y se adormeció.
El mobiliario resiste así, así.
La barra sucia bosteza.
La escupidera se resigna
a su trabajo infeliz.
El strip-tease acabó hace hora y media
y todavía un idiota pide un bis.
Un marinero borracho resopla en do menor
cansado de bailar un tango agotador,
el tatuaje dedicado a la madre, con mucho amor
no se ve bien, perdió el color.
Y la rubia platino aún espera enfadada
que él se decida.
Le echa el ojo a la cartera,
no es más que una forma de buscarse la vida.
El gerente despierta de su plácido sopor,
sin vencer del todo la niebla cerebral
avanza en zig-zag , mira las mesas alrededor
y hace la despedida habitual:
“Eh, vagos, levantad
iros a cavar,
que ya llegó la hora de cerrar”
